Últimamente no hago más que pensar en el futuro de nuestro país, del
mundo quizás. Qué pasa cuando los gobiernos dejan de priorizar el
bienestar de sus ciudadanos y se preocupan más por el de sus círculos
cercanos? Cada día veo que esto se parece más a una organización más
típica del crimen organizado que a gobiernos que busquen oportunidades y
bienestar para sus ciudadanos. Esto va más allá de ser ineficientes en
su gestión para ser capaces de arreglar la situación económica,
sencillamente tampoco tienen visión de futuro y están creando problemas
que se van a arrastrar durante décadas, quizás algunos dejen secuelas
permanentes a algunos de sus ciudadanos.
Qué futuro le espera a nuestro país, nuestro planeta, si se
implementan leyes que penalicen el autoabastecimiento energético
minimizando el impacto ecológico que provoca nuestro modo de vida en
nuestro entorno? Ese tipo de medidas nos van a sacar de la crisis? No.
Nos van a proporcionar un mayor bienestar en el futuro? Tampoco, nuestro
medio ambiente nos lo confirmará dentro de no mucho. Los que seguro que
se lo agradecen, son esos pocos empresarios y personas relevantes que
están en una lista muy reducida de “amigos” para los gobiernos de turno.
Ese es solo un ejemplo de las medidas tan incoherentes e ineficientes
que se están tomando a costa del perjuicio general de la población,
estoy seguro de que conocen muchos otros casos. Este problema no se da
solo en nuestro país, está sucediendo en países tan diferentes como
pueden ser Grecia, Italia, China, EEUU, Argentina, Egipto, Arabia Saudí o
Islandia entre muchos otros.
Lo que nos lleva al siguiente dilema: qué hacer cuando los gobiernos
no cumplen su misión esencial de contribuir al bienestar general del
pueblo? Dónde está la línea que define lo que se puede tolerar y lo que
no? Seguimos a nuestros sueños y nos revolucionamos en busca de un
futuro mejor o seguimos a nuestra razón que nos pide paciencia, sentido
común y capacidad de adaptación al medio en el que vivimos?
Me gustaría pensar que no soy anárquico. Sin embargo, cada día puedo
entender mejor como mucha gente decide no seguir las reglas y leyes de
un gobierno que controla un sistema judicial que solo parece funcionar
cuando interesa. La separación de poderes lograda con sangre, sudor y
lágrimas a finales del siglo XVIII ha sido pisoteada y degradada hasta
el punto de ser inexistente gracias a la actual degeneración política y
conductas más propias de una mafia que de un Estado de derecho que
alardea de tener igualdad ante la ley.
Soy un hombre de Estado, pero no de este. Me gustaría llegar a vivir
un día en un Estado en el que se celebren consultas populares con
regularidad. Un Estado en el que para bien o para mal, tomemos juntos
las decisiones que forjen nuestro futuro. La toma de decisiones hará que
los ciudadanos se impliquen más en la política, nos hará madurar y
creará un sentimiento de cohesión que nos hará no solo ser mejores
profesionales si no también mejores personas. Solo en ese momento el ser
humano será capaz de afirmar que vive en una sociedad libre, enmarcada
en un Estado democrático y de derecho.
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